Un estudio de la Universidad de Michigan ha arrojado esta demoledora conclusión. Y con muy buenos argumentos.
El profesor Ethan Kross, que ha encabezado la investigación, decidió encuestar a sus propios estudiantes. Varias veces al día eran invitados a responder sobre su estado de ánimo, sus preocupaciones y el sentimiento de soledad que tenían en ese momento. Además, se incluía una pregunta: ¿cuántas veces has visitado Facebook desde la última encuesta?
El resultado fue claro: cuantas más veces ingresaban en la red social, mayor era su grado de depresión.
Con este dato, decidieron investigar la causa del incremento de malestar. Y recibió el nombre de «miedo a sentirse fuera». Por un lado, la necesidad de estar en contacto con los demás, de saber qué hacen y en qué ocupan tu tiempo suscita una necesidad de visitar la red con gran frecuencia. Nadie quiere perderse algo importante. Por otro lado, al conocer las últimas novedades de sus amigos es inevitable entrar en comparaciones: los demás parecen pasárselo bien, hacer cosas interesantes y obtener logros importantes en su vida mientras… yo sólo miro Facebook.
Lo paradójico, en resumen, es que ese «miedo a sentirse fuera» nos invita a conectarnos constantemente para estar al tanto de las novedades de los demás pero, al mismo tiempo, es inevitable compararse y sentir que la vida es más deprimente que la del resto.
El efecto rebote que produce este sentimiento es el contagiarnos una tendencia a alardear para sentirnos a la altura. ¿El resultado? Tendemos a publicar cualquier dato o fotografía que pueda retratarnos como personas felices o exitosas. Ahora bien, este comportamiento exhibicionista tiene peligros evidentes y este video es una excelente muestra de ellos.
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